En las entradas
anteriores, hemos visto que los "Nuevos Historiadores Israelíes", o los "Historiadores Israelíes Revisionistas", recuperaban una acusación ya antigua: que, en vísperas del fin del Mandato de Palestina, Abdullah de Transjordania había llegado a un pacto con la Agencia Judía, con el visto bueno del Foreign Office, para repartirse Palestina en una zona judía y una zona árabe -bajo el mando del propio Abdullah- y por lo tanto, impedir la creación del Estado Palestino, al que la ONU había dado legitimidad.
Los partidarios de que existió la "conspiración Rey Abdullah - Gobierno Británico - Gobierno de Israel" presentan cuatro pruebas, o grupos de pruebas:
- Las dos reuniones del rey transjordano con Golda Meir.
- Correspondencia e informes del Foreign Office británico.
- Las memorias de Glubb Pasha*, Abdullah al-Tall*, y la supuesta inactividad de la Legión Árabe en algunos escenarios de la guerra árabe israelí de 1948-1949.
- La situación final tras la guerra, con los dos países claramente beneficiados territorialmente.
Una vez examinados los puntos anteriores, pasemos a estudiar si se puede deducir, del resultado de la guerra, que existió un acuerdo previo.
D) LOS BENEFICIOS DE TRANSJORDANIA E ISRAEL
Si ya es difícil asegurar que, cuando un hecho sucede a otro, sea por causa del hecho inicial ("Post hoc ergo propter hoc"; esto es: “después de esto, entonces, es a consecuencia de esto”) imaginense intentar argumentar que, como dos personas, grupos o países, han resultado beneficiados en un enfrentamiento, debemos inferir que ya estaban de acuerdo previamente a la querella.
Guerra 1948-1949 |
Partición de 1947 |
Vemos, a la izquierda y la derecha, los mapas que muestran la evolución de Palestina entre el Plan de Partición de la ONU (Noviembre de 1947) y tras el Armisticio de 1949.
Efectivamente, dos países (Transjordania e Israel) crecieron significativamente, mientras que Egipto también aumentó su tamaño, aunque en realidad su ejército fue vapuleado por los israelíes, y su presencia en la Franja de Gaza se debió, sobre todo, a que Israel no se atrevió a desafiar a la ONU capturando los restos del enclave asignado al Estado Palestino en la Partición.
En 1949, tras el final de lo que los israelíes llamaron su Guerra de la Independencia, habían conquistado unos mil trescientos kilómetros cuadrados y ciento doce pueblos o ciudades del territorio asignado a los árabes en la Partición, mientras que los árabes no habían arrebatado más que trescientos treinta kilómetros cuadrados y catorce localidades asignadas al Estado judío.(1)
¿Podemos asegurar, viendo el mapa y conociendo los hechos de armas que ocurrieron en la Guerra de 1948-49, que existió un acuerdo previo para repartirse entre Transjordania y el que sería el Estado de Israel, la Palestina al oeste del Jordán(2)?
En realidad, las Fuerzas Armadas de Israel, además de conquistar toda la Galilea árabe y gran parte de la Palestina árabe del Sur (como hemos dicho, el Ejército de Israel renunció a penetrar en la franja de Gaza por presiones políticas) se apoderaron de parte de la Cisjordania árabe, sobre todo para dar continuidad a sus fronteras y para asegurar una ruta entre Jerusalén y Tel.Aviv.
Pero pagaron un altísimo coste: unos 6000 muertos -aproximadamente el 1 % de la población previa al estallido de las hostilidades-, y varios centenares se produjeron en los combates contra la Legión Árabe. Aunque las bajas mortales de las batallas en torno a Latrún son, con seguridad, menores a las que en principio se dijo (hay quien las aumenta hasta dos mil), puede estimarse en unas doscientas, que no es poco, y desde luego, si sumamos esta cifra a los caídos en los combates en Jerusalén, Gush Etzion, etc... resulta una cuota excesiva a pagar tras un supuesto pacto "amistoso"
La propia Legión Árabe, pese a que aseguró gran parte de la Cisjordania para su soberano Abdullah, tuvo relativamente un alto coste, no tanto en bajas humanas cuanto en pérdidas materiales -dado que el número de blindados de que disponía era limitado, y los repuestos que podía conseguir de los británicos fueron drásticamente reducidos durante y tras la guerra- y de prestigio, ante el mundo árabe y la comunidad internacional.
Todas estas consideraciones, ciertamente, no suponen argumentos a favor ni en contra de que hubiera un acuerdo previo entre Reino Unido, la Agencia Judía, y Transjordania, puesto que, caso de haber existido tal pacto en 1947, nadie podría haber adivinado los acontecimientos que estaban por ocurrir.
Exactamente: fantasear, conociendo lo sucedido, con los posibles antecedentes que pudieron dar lugar a este cauce de la Historia, es ridículo: es como si imaginásemos que, puesto que los grandes vencedores de la II Guerra Mundial fueron EEUU y la URSS, hubo un pacto entre ellos para arruinar a Alemania y al Imperio Británico. O pensar que, en 1956, Nasser e Israel estaban de acuerdo, puesto que políticamente, a ambos países resultaron beneficiados con la Crisis de Suez.
CONCLUSIONES
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- Las entrevistas de los enviados de la Agencia Judía -encabezados por Golda Meir- con Abdullah de Transjordania en Noviembre de 1947 y en Mayo de 1948 no eran, para ninguna de las dos partes, reuniones para firmar un acuerdo de reparto de Palestina: por parte de la Agencia Judía, se trataba de intentar (invocando los treinta años, y más, de contactos y buenas relaciones entre los judíos y los soberanos hashemitas) que Transjordania no participase en la agresión de los países árabes contra el estado emergente; por parte del rey Abdullah, deseaba convencer a los judíos de que renunciasen a su independencia para integrarse como minoría autónoma (sin ejército, sin gobierno, pero pagafantas de la economía transjordana); cuando los judíos rechazaron sus ofertas, el rey preguntó, "como ejercicio de pensar en voz alta" si el nuevo estado apoyaría la anexión de la Palestina árabe; nuevamente, Golda Meir rechazó cortésmente la idea de que los transjordanos se apoderaran de la Palestina árabe "excepto como un periodo transitorio para garantizar la ley y el orden hasta que la ONU pueda cumplir su resolución".
- Ni Golda Meir, ni su superior, Moshe Sharet*, en caso de que hubiera podido acudir él a la entrevista, ni siquiera David Ben Gurion, estaba autorizado por las instituciones judías para llegar a un acuerdo de tal magnitud con un soberano extranjero, y menos aún sin tener en cuenta las implicaciones económicas, militares, etc. Y no hay prueba alguna de que en el Comité Ejecutivo se discutiese el posible reparto de Palestina con Transjordania... ni antes, ni después de las reuniones.
- La intención del Reino Unido fue, durante los años de la emergencia del nacionalismo árabe y la fundación del Estado de Israel (1920-1950), crear en Oriente Medio una serie de países clientes, con gobernantes fieles (por devoción o por obligación) a los intereses británicos, y que no tuviesen la fuerza suficiente como para conseguir fundar un imperio regional.
- Como el Gobierno británico sospechaba de la sociedad del recién nacido Israel (del que temía que podría derivar a la órbita comunista) y, por otro lado, consideraba a Abdullah de Transjordania un peón fiel a sus intereses, apoyó al rey árabe en sus intentos de engrandecerse a costa de la Palestina árabe, pero siempre advirtiendo que no debía tratar de destruir el estado judío(3).
- El veto británico no era altruista: dadas sus propias obligaciones con los EEUU, se produciría una situación más que embarazosa para el Reino Unido si se demostraba que la ayuda norteamericana era canalizada para incumplir una resolución de la ONU; y, más problemas aún, si la URSS conseguía poner un pie en Oriente Medio.
El Plan Bernadotte II |
- La diplomacia británica apostaba por la independencia de un Estado judío (puesto que así lo había decidido la ONU, y el Reino Unido no podía permitirse el lujo de desairar a los EEUU) pero tan pequeño y débil como fuese posible. Por lo tanto, trató de dar una vuelta a los planes de paz para que determinados territorios y por encima de todo, el Negev, fueran entregados a Egipto o a Transjordania (permitiendo así una continuidad de los países árabes -sujetos a los intereses británicos- desde Egipto hasta la India) (4)
- Por lo tanto, la idea de que el Reino Unido propiciase un reparto de Palestina entre Transjordania e Israel resulta del todo punto irreconciliable con los hechos conocidos, y en realidad no hay ninguna prueba de que el Foreign Office pensase en favorecer ese acuerdo; por el contrario, su intención fue siempre que el Estado judío que la ONU había dado a nacer, fuera tan pequeño e insignificante como fuera posible.
- Los mandos militares británicos de la Legión Árabe (no así los árabes, cuyos sentimientos, en ocasiones, primaban sobre las decisiones en frío) y los comandantes de la Haganah (más adelante, del Tzahal) trataron de evitar exponer a sus tropas en combates que podían ser más costosos que beneficiosos (medida saludable cuya lógica y buen sentido parecen olvidar los "Historiadores Revisionistas"). Esa, y no otra, es la causa de que, en ocasiones, hayan sido acusados de inacción e, incluso, se haya escrito sobre el posible "pacto de no agresión". Sin embargo, y debido a presiones políticas, unas veces, y otras, a sentimientos más emocionales que cerebrales, en algunas ocasiones ambos ejércitos desencadenaron ofensivas que contradicen ese supuesto acuerdo. Por ejemplo, los repetidos ataques de la Haganah sobe el Fuerte de Latrún, que supusieron las peores derrotas de los judíos durante la guerra, o la ofensiva de la Legión Árabe del 21 al 24 de Mayo sobre Jerusalén, que fue repelida con grandes pérdidas.(5).
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* Enlaces en inglés. Aunque mis preferencias serán siempre enlazar a información en español, aunque sea menos completa, en algunos casos la diferencia en la información ofrecida justifica enlazar a páginas en otros idiomas. Ruego disculpen las molestias.
**Enlaces en francés
***Enlaces en otros idiomas
***Enlaces en otros idiomas
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NOTAS
NOTAS
- "Ô Jerusalem!" Lapierre, Dominique, & Collis, Larry. Éditions Robert Laffont, S.A. Paris, 1971. Pg 585.
- No deberíamos olvidar que el Mandato de Palestina, como fue organizado por la Sociedad de Naciones, para que el Reino Unido lo gestionara con intención de concederle la independencia, -incluyendo un Hogar Nacional Judío- incluía lo que ahora llamamos Palestina y Transjordania. Esto es, para la Sociedad de Naciones, un árabe, como un judío, tanto podían asentarse en Amman como en Tel-Aviv.
- Ernst Bevin también hizo que Abdullah se olvidara (o al menos que no lo fuera pregonando en público) de sus sueños de "Gran Siria" o "Gran Creciente" a costa de Siria y/o Iraq. El Reino Unido, como tras la Iª Guerra Mundial, no había hecho el esfuerzo militar que supuso derrotar a las potencias del Eje para que se crease un imperio árabe con dirigentes y población que habían estado más o menos repantingados (aunque Abdullah era claramente fiel a los Aliados) preparando banderitas para recibir a Rommel.
- Como ejemplo, el Plan II de Folke Bernadotte* (véase mapa). Claramente inspirado por los británicos, fue propuesto en Julio de 1948, cuando los ejércitos árabes apenas podían defenderse sobre el terreno; Increíblemente, el honesto -pero poco brillante, como dijo su colaborador y sucesor Ralph Bunche*- Bernadotte proponía entregar a Israel la Galilea (que, por entonces, ya habían tomado por las armas, y limpiado de tropas árabes); entregar el Negev a Egipto (que apenas podía sostenerse sobre el terreno, y estaba a punto de ser rotundamente derrotado); internacionalizar Jerusalén (cuyos habitantes eran mayoritariamente judíos, y cuya defensa había costado tanta sangre judía, mientras la ONU no podía levantar el asedio); internacionalizar el puerto de Haifa y el aeropuerto de Lydda (ambos en manos de Israel); en este segundo Plan no se establecían límites para la inmigración al territorio judío, aunque es presumible pensar que el diplomático sueco pensaba que los árabes comprenderían que en el diminuto estado concedido a los judíos no cabrían muchos más judíos.
- Glubb Pachá, que tuvo que refrenar en muchas ocasiones a sus subordinados árabes para que no se lanzaran al combate con entusiasmo, tuvo que ceder ante la orden expresa del Rey; tres días después, tuvo que parar el combate, al confirmarse lo que él ya sabía: los blindados no son una buena arma de combate en las callejuelas de las ciudades (recordemos lo que le ocurrió al VI Ejército alemán en Stalingrado) a no ser que se acompañe de una superioridad aplastante en infantería para protegerlos (como tenía el Ejército Rojo en Berlín en 1945). Además, sus beduinos no estaban acostumbrados a la lucha callejera, se desorientaban entre los edificios, y los combativos judíos se agarraban con uñas y dientes al terreno.
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